Por: Kevin Fuentealba Mol / @_nothingman._

Fotos: Diego Ojeda / @diegojedam


La reunión de Los Tres era un sueño que parecía cada vez más lejano con el correr de los años, pero el 27 de abril, la expectación acumulada por todo el país estalló en éxtasis cuando los fanáticos tuvimos el privilegio de presenciar en vivo y en directo la tan anhelada «Revuelta» en la Movistar Arena. 

Luego de los shows gratuitos que encendieron la mecha en Concepción y Ñuñoa, y del concierto histórico que quedó grabado a fuego en las retinas de quienes fueron testigos en el Ester Roa de Concepción, le llegó el turno a Santiago de sumergirse en esta gira trascendental. La primera de las cuatro fechas en la Movistar Arena se convirtió en un hito que resonará eternamente en la memoria de los fanáticos que colmaron el recinto aquella noche mágica.

Raíces y modernidad musical: antesala folclórica e indie

Antes de que el espectáculo principal comenzara, Torito Alfaro hizo su abrupta pero bienvenida aparición cerca de las 17:40 hrs. El escenario se iluminó con luces blancas mientras los músicos, con impecable profesionalismo, nos transportaron a nuestras raíces más clásicas con su inconfundible cueca chilena. María Esther Zamora se unió al deleite vocal, calando hondo con su frase «18 de septiembre es todo el año».

Fotografía de Diego Ojeda

Las luces moradas invadieron el escenario para dar la bienvenida a Floresalegría, cuyo estilo indie rock y actitud relajada pero contagiosa prepararon el terreno con canciones como «Un día» y «Estamos en la frontera». Una gran bandera chilena ondeaba desde la platea baja, mientras tímidas palmas anticipaban la llegada de Los Tres.

Fotografía de Diego Ojeda

La «Revuelta» estalla en el escenario

Tras unos minutos de emocionante retraso, las luces se apagaron, sumergiendo a la efervescente masa en la expectación. Las juguetonas letras al ritmo de «Jugando en la playa» de Pat Henry llenaban el ambiente de emoción, hasta que finalmente la banda apareció en escenario ante la locura del público. Con un tranquilo «buenas noches» de Álvaro Henríquez, dieron inicio con el instrumental «Follaje de Invierno».

Fotografía de Diego Ojeda

Poco a poco, las luces iluminaron el escenario mientras el público se levantaba en celebración al ritmo de «Sudapara». La emoción se desató, avalando cada nota con entusiasmo. Sin pausas, el espectáculo avanzó con «El aval» y «Gato por liebre«, manteniendo al público en vilo. En un gesto amable, la banda autorizó al público a fumar, dando inicio a «Las hojas de té» en una atmósfera peculiar mientras los humos descendían. El clímax llegó con «La Torre de Babel», destacada por una franja roja que atravesaba el escenario; a pesar del clásico intento por quedar en silencio, los aplausos y vítores para el cuarteto penquista fueron más fuertes.

«Olor a gas» se mezcló con la energía del espectáculo y el público se entregó por completo.

Fotografía de Diego Ojeda

Durante el show, hubo un cambio de roles entre los integrantes, con Álvaro Henríquez en la batería, Pancho Molina en el bajo, Titae en los teclados y Ángel Parra manteniéndose en guitarra. Los Tres demostraron su madurez adquirida en estos años, tocando de forma increíble a pesar de los más de 23 años que llevaban sin tocar juntos.

«Tírate» y «Déjate caer» desataron una explosión de luz y sonido. Con un saludo a Myriam Hernández presente en el público, interpretaron «Un amor violento», llevando a todos de pie y sumergiéndose en la pasión de la música. Finalizaron con «Moizefala», los aplausos estallaron, reconociendo el talento desplegado en el escenario mientras Los Tres tomaban una breve pausa.

Fotografía de Diego Ojeda

Set acústico y gran homenaje a Roberto Parra

Un set acústico transportó al público a un pequeño bar colonial, con la cueca y sus palmas resonando en «El arrepentido» y «La perra con el perro». La intimidad del formato acústico sumergió a los asistentes en una atmósfera cálida y envolvente, permitiendo apreciar cada matiz de las interpretaciones. 

Interpretaron las clásicas «La vida que yo he pasado» y «¿Quién es la que viene allí?», destacando esta última con un gran solo de batería de Pancho Molina que arrancó ovaciones del público extasiado. Un problema con los focos superiores amenazó brevemente con empañar el momento, pero la banda lo convirtió en una anécdota divertida, demostrando su profesionalismo y capacidad para improvisar sin perder el ritmo de su increíble interpretación.

Fotografía de Diego Ojeda

El set finalizó con la fotografía de Roberto Parra en la pantalla principal, un homenaje al gran folklorista nacional que cautivó al público con su sencillez y profundidad. Los acordes vibrantes de la música tradicional chilena resonaron con fuerza renovada, transportando a los presentes a las raíces mismas de la cultura de nuestro país diverso y apasionado. Fue un momento de conexión intergeneracional, un puente tendido entre el legado del pasado y la vitalidad del presente artístico de Los Tres.

Fotografía de Diego Ojeda

Desafiando al tiempo: la vigencia eterna de Los Tres

El álbum debut homónimo presentó un verdadero desafío técnico con «Amores incompletos», «He Barrido el Sol» y «La Primera Vez». Pero para la trayectoria de Los Tres no fue mayor inconveniente, realizándolo con entusiasmo e increíble despliegue. «La Espada y la pared» desató los cantos al unísono del público, entregado completamente al desempeño de la banda, y al virtuoso protagonismo de Ángel Parra con sus solos de guitarra.

Básicamente desafiando la despedida, la gran mayoría mantuvo sus asientos para disfrutar del último set. Las fotos de Los Tres en su juventud acompañaron la espera hasta que interpretaron «Pájaros de Fuego», manteniendo esa esencia tranquila. 

Fotografía de Diego Ojeda

La tranquilidad fue alterada con «Bolsa de Mareos» y la agresiva «No sabes qué desperdicio tengo en el alma«. Con los agradecimientos de Álvaro Henríquez, la banda se despidió con su clásico cover «Tu cariño se me va» de Buddy Richards, abandonando el escenario sin decir mucho pero con los aplausos generalizados en Movistar Arena y una audiencia completamente entregada al gran despliegue.

Los Tres desafiaron las leyes del tiempo y el desgaste, entregando un concierto con pocas pausas, un despliegue explosivo de talento que dejó sin aliento a los presentes. A pesar de los contratiempos técnicos, la conexión entre la banda y su público fue constante, una simbiosis energética que trascendió lo meramente musical para convertirse en una experiencia inolvidable. 

Fiel a sus orígenes, repitieron el set histórico de Concepción, un gesto que para algunos fue un eco nostálgico y para otros una muestra de coherencia artística. Pero lo que quedó grabado a fuego en la memoria colectiva es que la «Revuelta» de Los Tres aún arde con fuerza inextinguible. Leyendas vivas del rock nacional, su legado es un faro que ilumina el camino para las generaciones venideras. Aprovechar cada oportunidad de presenciar su magia en vivo se convierte así en un imperativo para todo amante de la música auténtica y visceral.

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