La noche del 22 de octubre de 2024 será recordada como una de las más intensas para los fanáticos del metal en Santiago. Meshuggah, los titanes del metal experimental, regresaron al Teatro Caupolicán para ofrecer un espectáculo descomunal. Desde el primer momento, la atmósfera estuvo cargada de una energía que anticipaba lo que sería una noche demoledora, donde la brutalidad técnica y la precisión sonora de la banda sueca marcarían cada segundo de la velada.
El concierto comenzó puntualmente a las 8 pm con Chances, la banda telonera encargada de calentar los motores. A pesar de algunos problemas en la ecualización que dificultaban la claridad de las voces, los desgarradores screams y las melodías disonantes no tardaron en prender la chispa entre los asistentes. Temas como «Primero en caer», «Condena», «10 pm», «Caminantes» y «Sendero» hicieron vibrar a un público que, aunque aún reservado, no dejó de moverse al ritmo de la agresiva propuesta de la banda chilena. Fueron 28 minutos de pura energía y entusiasmo, en los que Chances logró demostrar su capacidad para dominar el escenario y calentar el ambiente para lo que se avecinaba.
El interludio, lejos de apagar los ánimos, fortaleció el ambiente de camaradería en el teatro. Las luces se suavizaron y, mientras se esperaba la aparición de Meshuggah, el público no tardó en unirse a cantar clásicos de fondo como «Careless Whisper» y «I Wanna Know What Love Is». Esta pausa inesperada hizo que los asistentes conectaran aún más, creando un momento casi festivo que, sin duda, preparó el terreno para la llegada del plato fuerte de la noche.
Cuando Meshuggah finalmente apareció en escena, el teatro estalló. La multitud, que ya coreaba “¡Meshuggah! ¡Meshuggah!” con una energía imparable, fue arrasada por un torbellino de riffs intrincados y ritmos caóticos. Desde los primeros acordes de «Broken Cog», la intensidad fue innegable. La banda no dio respiro, lanzando su ataque sonoro con una precisión casi inhumana.
Con canciones como «Rational Gaze», «Perpetual Black Second» y «God He Sees in Mirrors», Meshuggah llevó a los presentes a un viaje sónico que desafiaba los límites de la cordura. Cada tema era un despliegue de complejidad técnica, donde la brutalidad no solo se sentía en los instrumentos, sino en la forma en que la banda dominaba a su audiencia. El sonido pesado y progresivo característico de la banda alcanzó su punto álgido con «Born in Dissonance», un tema que logró desatar un frenesí colectivo, haciendo que el Teatro Caupolicán temblara bajo los pies de una multitud saltando al unísono.
Pero la noche no se detuvo ahí. El espectáculo continuó con algunos de los mayores éxitos de la banda, incluyendo la legendaria «Future Breed Machine», que no dejó un solo cuerpo quieto. La tan esperada «Bleed» fue el momento culminante de la velada, desatando una locura colectiva donde los asistentes, envueltos en la atmósfera imponente de luces y sonido, dejaron de lado cualquier inhibición para entregarse por completo al caos que Meshuggah provocaba con su música.
El cierre llegó de la mano de «Demiurge», una pieza final que selló la noche con la misma intensidad con la que comenzó. El público, extasiado, no dejó de corear y hacer headbanging hasta el último segundo. A medida que el último acorde se desvanecía, los asistentes quedaron en silencio por un breve instante, solo para estallar en una ovación que retumbó en el teatro. El agradecimiento del público fue evidente, pero también lo fue la sensación de haber presenciado algo excepcional, una experiencia única que solo una banda del calibre de Meshuggah podía ofrecer.
No cabe duda de que Meshuggah ha perfeccionado el arte de hacer vibrar escenarios y corazones con su propuesta inigualable. A lo largo de la noche, demostraron que su capacidad para fusionar complejidad técnica, agresión sonora y una puesta en escena impresionante los coloca en una liga propia dentro del metal. Para los que estuvieron allí, fue una lección de música extrema; para los que no, solo queda esperar que no pasen muchos años antes de que estos gigantes suecos regresen a hacer temblar Santiago una vez más.
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