Ocho años. Ocho años de espera, de anhelo, de mantener viva la llama a la distancia. La noche del 8 de abril de 2025, finalmente, Santiago fue testigo de uno de los regresos más esperados de la escena musical asiática: ONE OK ROCK volvió a Sudamérica, y lo hizo con un Teatro Caupolicán completamente lleno, vibrando al unísono con cada nota, cada palabra, cada lágrima.

Desde el primer riff de «Puppets Can’t Control You», el cuarteto japonés formado en Tokio en 2005 y compuesto por Takahiro Moriuchi, Toru Yamashita, Ryota Kohama y Tomoya Kanki dejó claro que esta no era una noche cualquiera. Era un reencuentro cargado de emoción, energía y una complicidad palpable entre banda y público.

Con «The Beginning», himno generacional que fue coreado con fuerza y emoción, el Caupolicán se convirtió en una sola voz. Canciones como «Save Yourself», «NASTY» y «Renegades»  demostraron el impresionante despliegue escénico de la banda, combinando potencia sonora con una entrega emocional absoluta.

Pero hubo también espacio para la intimidad. Tiny Pieces y el segmento instrumental permitieron una pausa reflexiva, un suspiro entre el torbellino. Sin embargo, la intensidad volvió con fuerza con «C.U.R.I.O.S.I.T.Y.», «Dystopia» y «Make It Out Alive», momento en el que el show se detuvo brevemente debido a desmayos en la primera fila, reflejo del fervor que provocó la banda entre sus fans más cercanos.

Uno de los momentos más conmovedores de la noche llegó con «Wherever You Are». En un gesto inolvidable, Taka invitó al escenario a Sabrina, una fan chilena, para cantar junto a él. Entre lágrimas, emoción y un coro cantado en español por el propio Taka, se selló uno de los instantes más humanos y cálidos del concierto. Una verdadera postal de lo que significa la música como lenguaje universal.

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El cierre llegó con «+Matter», dejando al público entre gritos, aplausos y abrazos, con el corazón lleno y los ojos brillando. Fue más que un concierto. Fue una catarsis colectiva. Una noche de redención, de conexión profunda, de comprobar que, aunque pasen los años y los océanos de por medio, hay cosas que nunca cambian: el amor por la música y la emoción de estar juntos, una vez más.

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Una ausencia que no pasó desapercibida entre los fans fue la de “We Are”, uno de los himnos más representativos de ONE OK ROCK. Aunque figuraba en el setlist impreso, la banda decidió no interpretarla en vivo, dejando a muchos con una mezcla de sorpresa y nostalgia. El público, que esperaba corearla con fuerza como símbolo de unión y resistencia, entendió el gesto con respeto, pero no sin un dejo de anhelo por escuchar en directo esa canción que tantas veces los acompañó en la distancia.

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ONE OK ROCK no solo regresó a Sudamérica. Volvió a casa.

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Nota: Luis Bonilla

Fotos: @edo_cl

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